Llega el verano. A Celia le cortan el pelo, por lo que se siente obligada a hacer lo mismo con sus muñecos y la gata. El mes de agosto, Celia lo va a pasar en un chalet de la sierra madrileña, mientras sus padres viajan a Paris. Doña Benita vuelve a hacerse cargo de la pequeña. En casa de una nueva amiga, Carlotica, las dos niñas devuelven al abuelo sus ilusiones teatrales ya olvidadas, aunque sea a costa de convertir la casa en un auténtico campo de batalla. Vuelven los padres, en el viaje han gastado demasiado y Celia decide colaborar con ellos y trabajar como sirvienta en un pueblo cercano. La Guardia Civil se encarga de descubrirla y la lleva al domicilio familiar. La tía Julia aconseja un colegio de monjas que ella conoce para "civilizar" y educar a la niña. El padre no está muy decidido, pero una última trastada con Cuchifritín le obliga a aceptar el proyecto.